sábado, 19 de mayo de 2012

La Meditación y el Ego


Muchas veces hemos oído que la Meditación es fuente de descanso, de paz, nos relajamos y nos conectamos con el centro de belleza, sabiduría y amor que albergamos en nuestro ser.

Esta manifestación de la perfección original no exige ningún esfuerzo, sino justamente relajación y confianza.

Decirle a una persona que está confundida y sufre y que no sabe cómo salir de esa situación, que meditando, conectándose con su esencia, se liberará de su sufrimiento, es mínimamente una falta de sensibilidad, cuando no una crueldad.

Si los seres humanos estamos disociados, desconectados, y por esto vivir en el dolor y el sufrimiento, se debe a  una instancia de nuestra naturaleza que se ha desarrollado para nuestra  supervivencia, el Ego.

El Ego y sus disfunciones no pueden ser trascendidos simplemente porque se los condene o critique o se lo ignore. El rechazo del Ego y la incapacidad de contemplarlo y comprenderlo y por ese camino de sanarlo y trascenderlo, es otra de las consecuencias de la disociación   entre espiritualidad y psicología.

Podemos comenzar llevando esta indagación a nuestro propio corazón, contemplar amorosa y compasivamente lo que aparezca en nuestra consciencia.

Tratemos a nuestro Ego con a un niño temeroso y triste, que a veces expresa su dolor, su temor o tristeza oculta en la violencia, la arrogancia, el intelectualismo, las adicciones, la pedantería, la auto victimización o la manipulación emocional de los demás.

Reflexión a partir de un texto de Daniel Taroppio.

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