viernes, 17 de junio de 2011

Ecología Personal

Cuidar el medio ambiente no resulta únicamente una tarea exterior a nosotros. Somos los creadores de los contextos y los ambientes en los cuales nos movemos. Por eso tenemos responsabilidad sobre el “mundo” que creamos para que arrope nuestra persona y la de los que nos rodean.

¿Cómo cuidamos nuestro propio medio ambiente, nuestro microclima interior? ¿Cómo vemos  nuestro cuerpo, nuestra conciencia, nuestro ser?

Pensamientos desordenados, tiranos, inmanejables nos enturbian el clima interior. Lenguaje descalificador, lleno de juicios negativos, palabras de compromiso, carentes de conexión con el corazón son basuras que ensucian nuestro ser. Emociones cambiantes, imprevisibles, reactivas, adictivas dejan su rastro por dónde pasamos. Cuerpo fatigado, castigado por pensamientos denigrantes sobre uno mismo, fragmentado por identificaciones con imágenes, modelos, estereotipos impuestos por los padres, la sociedad, la cultura.

El mundo interior necesita también un planteo ecológico. Cuidar equilibrio para hacer posible la vida comienza por casa, por uno mismo. Reciclar y desechar la basura en un principio. También la que generamos en el interior de nuestro ser.

Lenguaje y pensamiento

Solemos tener una forma de pensamiento construida por los mandatos que nuestros padres y la sociedad nos han inculcado desde pequeños. Sin tener conciencia de esos criterios y juicios los hemos hecho nuestros y generan una manera de pensar parcial, prejuiciosa, condicionada por nuestra historia, con ideas prestadas. Una radio que continuamente nos repite frases descalificadoras o limitantes que escuchamos muchas veces: “vos no podes”, “no te lo mereces”, “sos un estúpido/a”, “que mala es la gente”, etc. cada uno puede hacer su propia lista.

Toda esa agua turbia necesita ser decantada. Primero ser consciente que los tengo de manera automática. Desconfiar de su verdad. Dejemos de responder reactivamente, entremos en nuestro corazón y busquemos esa agua cristalina. Seamos capaces de acallar la mente y dejar hablar al corazón. No hagamos juicios sobre nada y sobre nadie, incluso ni sobre nosotros mismos. También resulta interesante herramienta el descubrirme al momento de  hacer  juicios, ponerlos en duda cada vez que digo de algo: “es bueno”, “es malo”, “es positivo”, “es negativo”, etc.

Nos comprometamos con este primer pasito… luego seguiremos trabajando con nuestras  emociones y con nuestro cuerpo, de manera que forjemos un clima sano y ecológico a nuestro alrededor.